El proyecto, liderado por el neuroingeniero Viktor Tóth, ha evolucionado hasta convertirse en una configuración de segunda generación que expande significativamente lo que las ratas pueden hacer dentro del motor de Doom.

En 2022, Tóth y sus colegas demostraron que podían entrenar ratas para jugar Doom utilizando señales cerebrales. Ahora, han mejorado el sistema, permitiendo a las ratas no solo moverse por los niveles, sino también tomar decisiones más complejas, como elegir entre diferentes caminos y apuntar a objetivos.

El nuevo sistema utiliza un casco equipado con electrodos que registran la actividad cerebral de las ratas. Estos datos se decodifican utilizando algoritmos de aprendizaje automático para controlar el movimiento del personaje en el juego. Los investigadores también han incorporado un sistema de recompensa que proporciona a las ratas una pequeña descarga de dopamina cuando toman decisiones correctas, reforzando así su aprendizaje.

“Hemos demostrado que es posible crear una interfaz cerebro-máquina que permita a las ratas interactuar con un entorno virtual complejo”, explica Tóth. “Esto tiene importantes implicaciones para la investigación en neurociencia y podría conducir a nuevas formas de tratar trastornos neurológicos.”

Los investigadores también han descubierto que las ratas pueden aprender a jugar Doom de forma muy eficaz. En algunos casos, las ratas han demostrado ser capaces de completar niveles que los humanos encuentran difíciles. Esto sugiere que las ratas tienen una capacidad sorprendente para aprender y adaptarse a nuevos entornos.

El equipo de Tóth planea continuar desarrollando el sistema y explorar nuevas aplicaciones para la tecnología. Quieren investigar cómo se puede utilizar la interfaz cerebro-máquina para ayudar a las personas con parálisis o otros trastornos neurológicos a recuperar el control de sus movimientos. También están interesados en explorar cómo se puede utilizar la tecnología para crear nuevas formas de entretenimiento y educación.

“Estamos solo al principio de lo que es posible con las interfaces cerebro-máquina”, dice Tóth. “Creo que en el futuro veremos una gran cantidad de aplicaciones nuevas e innovadoras para esta tecnología.”